

Vacunarse contra la fiebre amarilla no es una opción secundaria: es una decisión poderosa que protege tu vida y la de quienes amas. Vacunarte también es un gesto solidario. Cuando te inmunizas, bloqueas el avance del virus, reduces el riesgo en tu comunidad y proteges especialmente a quienes no pueden recibir la vacuna. Es un acto sencillo, rápido y gratuito, pero con un impacto monumental.
La invitación es clara y urgente: acércate a tu punto de vacunación, extiende el brazo y elige proteger tu salud, tu futuro y tu entorno. No pospongas lo impostergable. Cada vacuna aplicada es una victoria, un paso firme hacia un territorio más seguro, más consciente y más fuerte frente a la enfermedad.
